sábado, 3 de julio de 2010

El alumno parlanchín

Por El Profesor

La mayoría de los maestros tienen problemas con el alumno que suele hablar mucho durante la clase. Ya sea que hable con los mismos compañeros o que sea el que hace comentarios “fuera de lugar” para distraer, hacer reír o retar la clase que el maestro imparte. Muchos maestros tienen soluciones ineficaces que los llevan a entablar una guerra campal contra dicho alumno o, en el peor de los casos, vario alumnos.
Por otro lado, el alumno que habla mucho en clase no necesariamente lo hace de manera intencionada o con un objetivo estratégico en mente. Si el alumno siente que es foco de llamadas de atención, reportes, tarea extra o –la peor solución- sacarlo de clase, éste va a caer en un ciclo ineficaz en el que no aprenderá nada y en cambio reafirmará su reactividad ante las amenazas, castigos o reacciones del maestro que no tiene técnicas eficaces para aprovechar su personalidad extrovertida.
Alguna de las reacciones que los maestros tienen y que no ayudan a potenciar los talentos que un alumnos que habla constantemente en clase son:


1. Amenazarlo con castigos cargados de emoción y no cumplir las amenazas.
2. Poner reglas espontáneas sobre hablar durante la clase si no se está discutiendo en grupo.
Las reglas se establecen desde el principio.
3. Comenzar la clase etiquetando o haciendo pronósticos del comportamiento de dicho(s) alumnos.
4. Ignorar y dejar que el alumno hable y luego aplicarle un castigo académico –tarea extra, puntos menos, quitarle el derecho a un examen rápido, etc.-
5. Hacer comentarios indirectos sobre el alumno que expongan su personalidad ante otros con la finalidad de hacerlo sentir mal.

Es necesario que el maestro sea muy honesto con su parte humana –emociones y sentimientos sobre el alumno que habla mucho- para que esto no dañe su trabajo formativo con el alumno.
Hay algunas cosas muy básicas que se pueden hacer, en cambio, que ayudan mucho a mejorar la actitud del alumno que habla mucho durante clase y que genera un ambiente de trabajo dinámico y colaborativo.-


 1. Cuando el alumno sigua hablando después de la tercera llamada de atención cortés y amable para que no interrumpa, preguntarle de qué está hablando y no quitar la atención hasta que él diga de qué está hablando. Generalmente van a responder que de nada y se van a disculpar por interrumpir, pero es necesario que se le insista en que responda de qué estaba hablando.
 2. Dedicarle dos o tres minutos al tema del que está hablando haciéndole preguntas: Cómo, Cuándo, Con quién, Para qué, Tú qué piensas, Tú qué harías… etc. De manera que el alumno tenga exposición grupal sobre el tema que del que está hablando y así ese tema se inserte en la clase. Reforzar su habilidad para narrar eventos. No preguntar nunca “por qué” para evitar la racionalización. Lo que se busca es que el alumno se vuelva consciente de lo que dice durante la clase.
 3. Indicarle que se va a retomar el tema de la clase y que se espera que él participe tan acertadamente como cuando habló de su tema con su compañero y que el maestro mismo lo hizo compartirlo con el resto de la clase.
 4. Cuando vuelva a repetir el patrón de hablar y no prestar atención a la clase, es tiempo de hacer el mismo proceso pero con el compañero o compañeros con los que estaba hablando.


Con este sencillo procedimiento que no necesariamente está sustentado por ninguno de los grandes de la pedagogía sino más bien del sentido común y la experiencia, el maestro puede descubrir que detrás de un alumno aparentemente parlanchín hay un joven inquieto por compartir ideas, percepciones u opiniones. Generalmente los alumnos que hablan durante la clase lo hacen por dos razones.- la clase no les interesa y se aburren, lo cual es foco rojo para el maestro o bien, la clase les hace conectar con otros temas que buscan compartir y siempre tienden a hacerlo con el compañero que está cerca. Eso se tiene que aprovechar.
Y finalmente, el alumno “parlanchín” se sentirá escuchado. Todo maestro de preparatoria que tenga experiencia con este tipo de adolescentes concordará en que sentirse escuchado es una necesidad básica en la formación de la identidad y aceptación del adolescente. Por lo tanto, si el alumno se siente escuchado le será más fácil dedicarse a escuchar. Así, el maestro tendrá un alumno atento y la satisfacción de estar haciendo un trabajo formativo de calidad.

-Eric Flores
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